ATENCION. Advierto que esta review contiene SPOILERS de la película. Quién no la haya visto aún, que se abstenga de leer lo que viene a continuación y, si decide hacerlo de todos modos, lo hará bajo su total responsabilidad.
Vamos con secuela de Gladiator, la cual ya he podido ver. Una película que tenía ganas de ver, pero también muchos temores.
Más adelante hablaré de ello. Ahora, vayamos por partes.
La historia sucede 16 años después de lo sucedido en la primera película. Lucio Vero (Paul Mescal), el hijo de Lucila (Connie Nielsen), vive escondido en Namidia bajo el nombre de Hanno. Después de que Máximo Decimo Meridio matara al Emperador Comodo, cuando Lucio era solo un niño, Lucila se vio obligada a separarse de él para que fuese escondido de los muchos que ambicionaban el poder y querían quitarse de en medio al legítimo heredero de Comodo.
Ahora, Lucio vive tranquilamente, ajeno a todo lo que tiene que ver con Roma, junto a su esposa, Arishat (Yuval Gonen). Pero, la cosa cambia cuando un ejército romano, dirigido por el General Acacio (Pedro Pascal), llega para invadir la ciudad. Lucio y su esposa luchan con el resto de los ejércitos de la ciudad para combatir a los romanos, pero pierden la batalla. La ciudad es tomada y Lucio es esclavizado junto con otros prisioneros. Aunque, lo peor es que Arishat muere durante la batalla y Acacio es el principal responsable de su muerte, por lo Lucio jura vengarse de él. Durante un combate contra babuinos, Lucio logra impresionar a Macrino (Denzel Washington), un poderoso traficante de armas, quién decide comprarlo y le promete que tendrá su venganza si lucha para él en el Coliseo. Sin embargo, Macrino tiene también oscuras intenciones con respecto a Roma y pretende utilizar a Lucio para conseguir sus objetivos.
Gladiator (2000), fue un gran éxito que hizo que Hollywood volviera a interesarse por el péplum, pero también fue la película que salvó la carrera de Ridley Scott.
Muchos lo han olvidado ya pero, en los años 90, Scott no pasaba por sus mejores momentos después del batacazo de 1492: La Conquista del Paraíso (1992), malviviendo con películas como Tormenta Blanca (1996) y La Teniente O'Neil (1997). Yo si me acuerdo muy bien de aquello, como muchos le daban ya por acabado y empezó a circular la teoría de que él no había dirigido en realidad Alien, el Octavo Pasajero (1979) y Blade Runner (1982).
Yo, en cambio, que ya sentía por aquel entonces una gran admiración por este director, no hice caso a esas habladurías y siempre confié que lograría resurgir de sus cenizas con una película adecuada.
Y ahí llegó Gladiator para darme la razón.
Después de Gladiator, Scott tuvo una segunda vida como director y productor, pero también muy irregular. Nos ha dado muy buenas películas, como Black Hawk Derribado (2001), American Gangster (2007), Red de Mentiras (2008) o Prometheus (2012) -que pese a sus fallos de guion, era una película muy buena -, pero también algunas películas más fallidas, como Los Impostores (2003), El Reino de los Cielos (2005) o Robin Hood (2010), y también auténticos bodrios, como Un Buen Año (2006), El Consejero (2013) y, sobre todo, Alien: Covenant (2017).
Ahora nos trae una secuela de Gladiator lleva desarrollándose desde 2001 y que, finalmente, decidió sacar adelante. Y, según dice, está tan ilusionada con ella que ya está trabajando en un Gladiator III.
La película se estrenó en EEUU el pasado 22 de noviembre, aunque a España llegó antes, el 15 de noviembre. En taquilla, de momento, las cosas le están yendo bien, con 60 millones de dólares recaudados en EEUU y 166 millones más en el resto del mundo, haciendo un total de 226 millones de dólares. Aunque, con un presupuesto que podría ascender hasta los 310 millones, todavía le queda mucho por recaudar.
Por lo demás, la respuesta de la crítica también ha sido positiva, al igual que la del público.
¿Y qué opino yo? Pues a eso vamos.
A mi Gladiator me encanta, me parece una gran película y me alegró mucho en su día que rescatase la carrera de Ridley Scott. Aunque, hoy en día, ya no tengo tanta admiración por este director como la tenía antes.
Y no lo digo por las gilipolleces que va diciendo por los medios de comunicación -motivadas por un ego demasiado hinchado -, sino porque ya no me parece tan buen director como antes. De hecho, últimamente le prefiero más como productor que como director.
Y, desde luego, esta secuela hace que me reafirme en esos pensamientos.
La película no es mala del todo, se deja ver -aunque si resulta aburrida en algunos momentos -. Pero, desde luego, está a años luz de su predecesora.
Aunque, si debo decir que esta película tiene algo que le faltó a la primera. Yo la película original fui a verla en su día esperando ver más combates contra animales. Teníamos esa espectacular escena con los tigres, pero nada más. Aquello me decepcionó un poco, todo hay que decirlo, pero no importó mucho porque lo compensó todo lo demás.
En esta película si tenemos más de eso. Hay una espectacular lucho contra unos babuinos, también un espectacular combate con un rinoceronte y hasta llenan el Coliseo de agua con tiburones.
Si, esta película tiene lo que le faltaba a la original para ser del todo redonda. El problema es que, por el otro lado, le falta todo, TODO, lo que hacía del film original la gran película que es. Le falta por completo la épica, la cual la película de 2000 despedía por todos los costados. Carece por completo de grandes momentos, los cuales abundaban en el primer film. Las interpretaciones son buenas, pero no tienen ni un rasgo de brillantez, como si las tenían en la original. Y del guion... mejor no hablamos.
Y todo esto porque Ridley Scott ya no es lo que era. Ya me lo demostró el año pasado con Napoleón (2023) y me lo vuelve a demostrar con esta película. Y, como he mencionado antes, le prefiero más como productor que como director; precisamente, este año hemos tendido un muy buen ejemplo con Alien: Romulus.
Seguro que si esta película la hubiera dirigido Denis Villeneuve y Scott se hubiera limitado a la producción, como en Blade Runner 2049 (2017), otro gallo hubiera cantado.
Pero no, se empeñó en dirigirla él mismo y, aunque el apartado visual sigue currándoselo bien, como ya he mencionado antes, no nos da ni un solo momento grandioso o emocionante, ni un solo plano digno de recordarse o interpretaciones magistrales, ya que su dirección de actores es de lo más plana, desaprovechando las muy buenas interpretaciones de parte de su elenco, como Connie Nielsen, Pedro Pascal y, sobre todo, Denzel Washington.
Al protagonista, Paul Mescal, no lo menciono porque, aunque su trabajo no está mal del todo a nivel interpretativo, el tipo falla mucho como reemplazo de Russell Crowe, al que no se acerca ni de lejos y, desde luego, no consigue evitar que se note su ausencia, por mucho que quieran mantener su figura presente a lo largo de la película.
Y luego tenemos a Joseph Quinn y Fred Hechinger como los emperadores Geta y Caracalla, a los que representan como una mala parodia del Comodo de la primera película, interpretado magistralmente por Joaquin Phoenix.
De hecho, al final el villano principal resulta ser Macrino, el personaje de Denzel Washington, al que al principio nos presentan como una nueva versión del personaje interpretado por el fallecido Oliver Reed en la primera película, pero luego vemos como evoluciona a villano principal, siendo esto lo único novedoso del film, porque la película no hace más que repetir situaciones de la primera, pero sin llegar ni de lejos a su altura.
Por ejemplo, tenemos una gran batalla al principio, como en la primera. El protagonista va haciéndose popular a medida que va ganando combates como gladiador y eso hace que los emperadores no se atrevan a ejecutarlo. Volvemos a tener a los senadores conspirando contra el poder imperial y esto vuelve a terminar en una traición. Y, sobre todo, tenemos al final un combate entre el protagonista y el villano.
Para terminar, está el tema de la poca fidelidad con los hechos históricos, algo de lo que también pecaba la primera película. Yo, aunque me gusta la Historia, no doy mucha importancia a estas cosas porque no hay una sola película histórica que no se tome libertades con los hechos históricos que retrata.
Sin embargo, con esta película se ha dado cierta polémica porque, una vez más, Ridley Scott ha sacado su ego y, sobre todo, su lengua a pasear, criticando a los historiadores que han hablado de los errores históricos de la película, diciéndoles que ellos no pueden saber lo que ocurrió de verdad porque no estuvieron allí; que me diga él donde tiene escondido el DeLorean con el que ha viajado a la antigua Roma.
En fin, otra muestra más de que Scott, lo que antes tenía de gran director, hoy lo tiene de egocéntrico. Una pena porque, como ya he mencionado antes, yo admiraba mucho a este director.
Bueno, vamos resumiendo.
No puedo decir que Gladiator II me haya decepcionado, porque no esperaba mucho de ella, la verdad.
Como película, es regulera; entretenida en algunos momentos, espectacular en otros -muy pocos, eso si -y aburrida en otros. Como secuela, muy inferior a su magistral predecesora, quedándose a años luz de ella.
Que Ridley Scott se ahorre esa tercera entrega que tiene pensado hacer, porque lo más seguro es que algo igual o peor que esto.
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