Me gustaría que esta review sirviera de advertencia a los que aún no han visto la película, pero advierto de que esta review contiene SPOILERS por si me meto en un lío de lo contrario. Así que advertidos quedáis los que aún no la hayáis visto.
He tardado, pero ya he visto la nueva película de El Cuervo y me dispongo a dar mi opinión sobre ella.
Pero, vayamos por partes.
En un centro de rehabilitación -donde, por alguna razón, les hacen a todos vestir de rosa -, se encuentran Eric (Bill Skarsgård), un joven problemático de pasado turbulento, y Shelly (FKA Twigs), una joven música con problemas que está allí porque se dejó capturar por la policía para evitar ser capturada por una gente peligrosa que la persigue. Cuando esta gente logra encontrarla, Shelly escapa del centro con la ayuda de Eric y, mientras los dos escapan por la ciudad, se enamoran.
Ambos son finalmente encontrados por la gente que busca a Shelly y ambos son asesinados. Eric va a parar a una especie de purgatorio con forma de vía de tren abandonada donde se encuentra con Kronos (Sami Bouajila), un espíritu guía que le dice que, si quiere volver a ver a Shelly, deberá matar al responsable de su muerte, por lo que regresa a la vida con la capacidad de curarse rápidamente de sus heridas. Con estos nuevos poderes buscará al responsable de su asesinato y el de Shelly. Este es Vincent Roeg (Danny Huston), un poderoso jefe mafioso que en realidad es un hombre que lleva muchos siglos viviendo después de hacer un pacto con el diablo en el que este le proporciona almas puras a cambio de la inmortalidad.
El Cuervo, célebre cómic de 1989 creado por James O'Barr, fue llevado de forma magistral al cine en 1994, en una también célebre película dirigida por Alex Proyas cuyo rodaje le costó la vida a su protagonista, Brandon Lee. A pesar de esto, la película fue un gran éxito -con 15 millones de dólares de presupuesto, recaudó 93 millones en todo el mundo -y dio pie a tres secuelas, El Cuervo: Ciudad de Ángeles (Tim Pope, 1996), El Cuervo: Salvación (Bharat Nalluri, 2001) y El Cuervo: Juego Malvado (Lance Mungia, 2005), todas ellas muy inferiores a la original; de hecho, solo la segunda entrega llegó a los cines, las otras dos fueron directas al mercado doméstico.
Esto llevó a que se pensara en hacer un reboot para revivir la franquicia.
En 2008, Stephen Norrington, director de Blade (1998), anunció que tenía planes para hacer una nueva versión más realista y dura que la película de 1994, casi como un documental, pero no se supo nada más al respecto.
No obstante, solo un año después, se puso en marcha un proyecto de reboot, pero la cosa iba a ir para largo, ya que, mientras el guion era continuamente reescrito por guionistas diferentes, el proyecto pasó por las manos de diferentes directores al tiempo que no pararon de tantearse actores para el papel protagonista. Entre los nombres que sonaron estaban Mark Wahlberg, Luke Evans, Channing Tatum, Bradley Cooper o Alexander Skarsgård -curiosamente, hermano de quién ha terminado protagonizando la película -.
Dos de los primeros directores que pasaron por el proyecto son españoles. El primero era Juan Carlos Fresnadillo, que duró poco en él, y el otro era F. Javier Gutiérrez, que trabajó en él varios años hasta que terminó abandonándolo para dirigir Rings (2017), por lo que fue reemplazado por Corin Hardy.
En 2016 parecía que todo iba viento en popa con Hardy como director y Jason Momoa como protagonista. Todo parecía ir bien, con planes de rodar la película en Budapest y algunas fotos circulando por las redes sociales con Momoa caracterizado como Eric Draven. Pero, la cosas volvieron a torcerse y, en 2018, tanto Hardy como Momoa abandonaron el proyecto, el cual volvió a quedar en dique seco.
No obstante, volvió a ser revivido en 2020, con Rupert Sanders como director, Bill Skarsgård dando vida a Eric Draven y la cantante FKA Twigs en el papel de Shelly Webster, que aquí iba a adquirir más protagonismo. Tras un rodaje en Praga en 2022 no exento de problemas, la película se terminó y quedó lista para estrenarse este año, llegando a los cines de EEUU el pasado 23 de agosto y a los cines españoles el 30 de agosto.
¿Cómo le han ido las cosas? Pues como el culo.
En taquilla ha sido un fracaso tremendo, con 23 millones de dólares recaudados en todo el mundo con un presupuesto de 50 millones, siendo lanzada rápidamente a digital. A todo ello hay que unir unas críticas igual de desastrosas y una opinión del público bastante negativa.
¿Y qué opino yo? Pues a eso vamos.
La verdad es que no puedo decir que la película me haya decepcionado porque, la verdad, no esperaba mucho de ella. No es por el hecho de que hayan hecho un reboot de El Cuervo, por mucho que adore el cómic de O'Barr y la película de 1994.
La experiencia ya me ha enseñado muchas veces -demasiadas, diría yo -, que estos proyectos que tardan muchos años en llegar y pasan por muchas manos, no suelen terminar bien. Hay excepciones, cómo no, Desafío Total (Paul Verhoeven, 1990) es un buen ejemplo, pero por lo general estas cosas suelen terminar en desastre.
Y aquí se ha dado el caso, porque lo que nos han ofrecido aquí es un MONTÓN DE MIERDA tan grande que se podría ver hasta desde el espacio.
Para que os hagáis un ejemplo. Tenemos una película que dura 1 hora y 50 minutos; aunque, más bien serían 1 hora y 40 minutos si quitamos los 10 minutos de los títulos de crédito finales. Pues bien, bien, de esa hora y cuarenta minutos, tenemos una hora y cuarto que...
...NO VALEN ABSOLUTAMENTE UNA MIERDA
Repito, UNA HORA Y CUARTO. Una hora y cuarto donde la película aburre hasta a las piedras. Me alegro de no haberla visto en cines, porque he llegado a dormirme y el sofá de mi sala de estar es más cómodo; además de que al terminar pude revisar las partes en las que me había dormido para poder hacer la review.
No es hasta que se pasa esa hora y cuarto cuando la película llega a arrancar y empieza a parecerse en algo a El Cuervo y la cosa se anima. No mucho, eso si, pero al menos nos dan una escena que, sin ser gran cosa, logra salvar un poco la película.
Hablo, naturalmente, de la escena de la ópera que, aunque sea un John Wick descafeinado, nos da el que es, sin duda, el mejor momento de la película, lleno de violencia, sangre y gore, con el que llegas a disfrutar de verdad. Lamentablemente, para llegar a eso, antes te tienes que tragar una hora y cuarto que es para tirarla a la basura y lo que viene después, el enfrentamiento final con el villano principal, por desgracia no está a la misma altura.
Sobre la hora y cuarto de la que me estoy quejando tanto ¿Qué hay en ese metraje para que haga hasta que me entren ganas de suicidarme?
Por un lado, aquí les ha dado por darle más bola a la relación romántica entre Eric y Shelly, llegando a mostrar como se conocen y todo. Algo con lo que no tendría problema algunos si hubieran hecho bien las cosas, pero ni de coña. Aquí se cascan una historia romántica de lo más ñoña, propia de las peores comedias románticas. Por no hablar de que la química entre los protagonistas es completamente nula.
Además, durante todo ese tiempo, los protagonistas están siendo perseguidos por partida doble. Por un lado, por los sicarios del villano principal y, por el otro, por las autoridades -recordemos que se han escapado de un centro de rehabilitación -, pero se pasean por la ciudad como Pedro por su casa y hasta van de discotecas y de picnic con amigos.
Así se tiran, por lo menos, una hora, hasta que finalmente los malos los cazan -mucho tardan en hacerlo -. Ahí es cuando parece que la película va a arrancar de una vez, pero no, todavía queda un cuarto de hora de aburrimiento en el que el protagonista, tras volver de la muerte, va de un lado para otro como pollo sin cabeza en lugar de hacer lo que tiene que hacer: VENGARSE.
Que esa es otra, ahora a El Cuervo no le mueve la venganza, lo que le mueve es EL AMOR; no olvidemos que estamos en los tiempos de lo políticamente correcto y lo de los protagonistas que buscan venganza no está bien visto.
En fin, como ya he dicho, una hora y cuarto que lo único que hace es aburrir y que no es hasta los últimos 25 minutos cuando la película se anima un poco y empieza a parecerse, aunque sea un poco, a lo que es El Cuervo, dándonos el momento de la ópera que compensa un poco la castaña que te has tenido que tragar hasta llegar ahí, pero no logra salvar del todo el conjunto.
Desde luego, Rupert Sanders se ha lucido. Aunque, no creo que haya sido culpa de él, ni de los guionistas, ya que me da la impresión de que la producción de esta película ha sido como la de Parque Jurásico III (Joe Johnston, 2001), un caos que se ha ido escribiendo sobre la marcha y donde el director se ha limitado a hacer lo que le mandan.
De hecho, la película, visualmente, está bien dirigida; aunque tiene algunos fallos de montaje. Y es que Sanders es un buen director, pero también es un tipo sin personalidad que se limita a hacer películas por encargo y a hacer lo que le mandan. Es la diferencia con Alex Proyas; bueno, el Alex Proyas de los años 90, porque el tipo parece que ha perdido su talento por el camino y lo último que nos ha dado son mierdas como catedrales.
En cuanto al reparto.
Bill Skarsgård es un buen actor y aquí hace lo que puede para evitar que el conjunto termine de caerse por su propio peso; me ha recordado a Tom Hardy en las películas de Venom. Por suerte, a finales de año le veremos como Conde Orlok en la nueva versión de Nosferatu de Robert Eggers, que ahí seguro que hacen más justicia con él.
La otra cara de la moneda es la protagonista femenina. FKA Twigs será buena cantante, pero como actriz es un petardo y, como ya he mencionado antes, la química que tiene con Skarsgård es completamente nula. Isabella Wei, la actriz que interpreta a Zadie, la amiga asiática de Shelly, hace un mejor trabajo pese a lo corto que es su papel.
Como ya he mencionando antes, aquí han querido darle más protagonismo a Shelly Webster, cosa que no me parece mal. El problema es que la han cagado eligiendo a la actriz, porque esta Shelly Webster da la sensación de que está más muerta antes de que la asesinen que después. Este papel era más idóneo para alguien como Zoë Kravitz, con ella la película hubiera ganado muchos puntos.
En cuanto a Danny Huston, otro buen actor que, además, se le dan bien los papeles de villano, pues lo mismo que con Skarsgård, otro que hace lo que puede para que el conjunto no termine de caerse.
En fin, vamos resumiendo ya.
Una película muy, pero que muy, mala, tanto como adaptación de cómic como película en si. Hace quedar bien, incluso, a la peor de las secuelas de la película de 1994.
Los últimos 25 minutos son lo único que vale la pena de este engendro, aunque no son gran cosa -salvo la escena de la ópera -y, para verlos, antes hay que tragarse una hora y cuarto que dan hasta ganas de vomitar.
Lamentable lo que han hecho aquí. Para eso, mejor que no hubieran hecho nada.